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39) Enemigos de la Obediencia I: Incredulidad e independencia

SERIE “ANDAR CON DIOS”

Parte 6: “La Bendición de la Obediencia”

Semana 39: “Enemigos de la Obediencia I: Incredulidad e independencia”

 

Hebreos 3.12: Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo.

Gálatas 2.20: Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

 

Introducción:

Muchos de nosotros, que manifestamos creer en nuestro Dios, en muchas ocasiones fallamos en nuestras decisiones cuando estamos en una circunstancia que exige una definición. Decimos que creemos en Dios, pero nos cuesta creerle a Dios, que es otra cosa. Creer en Dios es aceptar su existencia, pero creerle a Dios es aceptar lo que nos dice y marchar hacia donde nos indica. Esto nos cuesta porque afecta nuestra forma de conducirnos en la vida, de elegir caminos y nos enfrenta con la disyuntiva de obedecer o no la voz del Señor, manifestada a través de la Palabra, de mensajes, de consejos, etc. Implica rendirnos al Rey de reyes y Señor de señores y rendirnos, no nos gusta.

Desarrollo:

En los pasajes de hoy, encontramos a dos de los enemigos de la vida cristiana. Son dos actitudes que nos impiden progresar en el camino de la obediencia:

  • El primero es la incredulidad y está indicado en forma explícita en Heb. 3:12. Allí nos dice que el corazón incrédulo es malo y nos aparta de Dios. Pero también nos dice que debemos cuidarnos para no tener esa clase de corazón. Es que el corazón se nos puede endurecer si no lo sometemos a la disciplina de estar siempre bajo la voluntad del Padre. La incredulidad es la resistencia a creer, es la inclinación natural del corazón humano. Tal vez pensamos que la Palabra está fuera de contexto con la realidad moderna. Muchas veces, cuando el Señor nos dice “confía en mí, déjame hacerlo por vos, no tengas miedo” le decimos “no te molestes Señor, déjame a mí, yo lo haré”. De esta manera no le permitimos obrar y mostrarnos su poder, y nos perdemos la bendición de conocer lo que Él puede hacer, si lo dejamos. La incredulidad nos aleja del Señor por dos razones principales: Nos vamos habituando a vivir sin su intervención en nuestras vidas y constituye un pecado de desobediencia. Dios quiere que le creamos, que confiemos en que “Él es quien dice ser y que hará lo que promete hacer”, tal como lo dice Christopher Shaw en su libro “Alza tus ojos”. Para eso entregó a su Hijo para que muriera por nosotros en una obediencia perfecta y así  tuviéramos la oportunidad de nacer de nuevo. Los nacidos de nuevo hemos experimentado el perdón de nuestros pecados. Los nacidos de nuevo podemos obedecer a Dios en todo, porque hemos recibido una nueva naturaleza que nos capacita para ello.
  • El segundo es la independencia personal, que no acata la voluntad de Dios porque quiere manejar a su antojo su vida sin darse cuenta que eso lo conduce a la muerte. En cambio, cuando conocemos a Cristo dependemos total y absolutamente de su voluntad. Voluntariamente nos hemos comprometido a obedecerle. Esa fue la experiencia de Pablo en Gal. 2:20, por lo cual dice “…ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si verdaderamente Cristo vive en mí y en vos, ya no somos independientes sino dependientes de Él y somos impulsados por el Espíritu a hacer la voluntad del Padre. Ya no vivimos nosotros como personas independientes sino que Cristo vive en nosotros y somos obedientes al Padre como Él. Si empezamos a sentimos independientes, tengamos cuidado de hacer la voluntad de Aquel que nos amó y entregó su vida por nosotros.

Aplicación:

Si estamos pasando por momentos de dificultad, no demos lugar a la incredulidad y la autosuficiencia, lo que nos llevará a callejones sin salida. Escuchemos la voz de Dios en la Palabra, los mensajes y los hermanos que nos quieren ayudar. Desde nuestra humillación digámosle al Señor “¿qué quieres que haga?”

Señor, dentro de mí siento la tendencia a la incredulidad y la autosuficiencia. En el nombre de Jesús, que me compró por su sangre, renuncio a ello y me rindo voluntariamente en obediencia a tus pies.

Editado y producido por la Iglesia Evangélica Bautista El Rey Jesús.

 
 

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